En su día llevaba la cuenta; durante muchos años estuve registrando todos y cada uno de los jabalíes que cazaba en espera, apuntando datos como el lugar, la fecha, la hora, el arma, el calibre, la munición, la óptica, etcétera, y sabía por tanto los cochinos que había cazado con algún tipo de luz artificial o sin nada, simplemente con la luz proveniente de la luna y/o de las estrellas.
Pero dejé de hacer-lo. Hasta ese momen-to, con un registro de ciento y pico cochinos (y cochinas, que dirían los nuevos políticos y políticas), el resultado era bastante parejo; tenía cobrados aproximadamente el mismo número de guarros disparados a la luz de la luna que con algún tipo de luz artificial.
Para desgracia de los que nos gusta cazar a la luz de la luna, la óptica que nos puede ayudar es ciertamente cara, y aquí sí se suele cumplir aquello de que cuanto más caro mejor.
A día de hoy creo que la balanza se decantaría a favor de los lances vividos a la luz de los astros; creo no, estoy seguro, y ello no es más que fruto de la evolución natural como cazador, de la evolución natural como esperista, que me ha llevado -al menos a mí, y a buena parte de los esperistas que conozco- a cazar cada vez menos desde puestos fijos, ubicados generalmente en lugares específicos, como bañas, comederos o rascaderos, y a cazar cada vez más ‘en abierto’, esto es, en siembras, pasos, rastrojos, portillos, barbechos…
Mi luna preferida es la de dos o tres días antes del cuarto creciente, es decir, la luna de cuatro o cinco días como mucho, sobre todo si pretendo dar con un navajero, y más en verano.
LA LUNA LLENA
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