Después de todo lo que he hecho por ustedes

Eso de que hay que servir al otro para ganarte el cielo es mentira. Deja de ponerte de tapete y vive tu vida.

- Por Aura Medina De Wit. Fotos Donovan Quiroz

Inés tiene cinco hijos, todos adultos que ya no viven con ella. Su esposo ocupa todo su tiempo entre el trabajo, la televisión y, de vez en cuando, los amigos. Durante años, Inés dio sentido a su vida al cuidar a su familia, mantener su casa limpia, lavar ropa, cocinar por horas, checar tareas, participar en la escuela y ayudar en la iglesia. Por supuesto, no tenía ni un minuto para ella, y francamente cualquier actividad que implicara apapacharse o cuidarse, como hacer ejercicio o salir con amigas, ella la catalogaba como banal, egoísta y totalmente absurda. Lo más importante era cuidar a su gente.

Hablaba de su vida con mucho orgullo, de ser tan buena madre y esposa, “a pesar de lo ingratos que son los hijos y lo malagradecido del marido”. Pero últimamente se siente totalmente inútil, como si todos la hubieran sacado de la jugada. Eso sí, menos cuando alguno de sus hijos la llama para pedirle que cuide a los nietos.

Ella creció con un fuerte condicionamiento de complacer, de hacerse necesaria y de cuidar a los demás. Desde niña fue “entrenada” para estar pendiente de las necesidades de los otros, sin atender las suyas. En su mundo, una mujer que no sirve a los demás, no sirve. Así se sumergió en un profundo complejo de mártir. Vive atrapada en una situación de la que se queja constantemente, habla de esto con quien se deje y no para de describir todo lo que hace por los demás, sino para que aprecien sus sacrificios.