El aplomo de Jeff Goldblum

Su carrera ha sido un vaivén de proyectos de dispareja calidad, pero hay algo en su personalidad y en la manera como recita sus parlamentos que le permite salir airoso hasta del peor bodrio. La sabiduría y el entusiasmo por la vida del músico, actor y seductor profesional son envidiables para cualquiera con la mitad de su edad.

- Ilustración y texto: Manuel Meza

Jeffrey Lynn Goldblum (Penn sylvania,1952) parece un misterio expuesto en un escaparate. El actor que consiguió llamar la atención como el científico obsesivo mutando en insecto después de un indeleble cameo en una película de Woody Allen y de protagonizar una comedia de John Landis que no causó mucho ruido en su momento pero que se convirtió después en película de culto tiene ese gravitas para seducir tanto al espectador como a cualquiera que se le ponga enfrente e inevitablemente caiga rendido ante su voz susurrante.

A varias de sus coestrellas les pasó así: Patricia Gaul en Silverado (Kasdan, 1985) fue la primera; Geena Davis en The Fly (Cronenberg, 1986) y Laura Dern en Jurassic Park (Spielberg, 1993) las más famosas. Ese aura hipersexual se mantiene a sus 66 años y aunque pasó mucho tiempo como solterón empedernido, se aventuró a la paternidad apenas hace cuatro años con Emilie Livingston (su actual esposa), una bailarina, contorsionista, actriz y exgimnasta olímpica que apenas rebasa la treintena.

Para los padres de Goldblum, que su hijo decidiera dedicarse a la actuación resultó una sorpresa encantadora. Su papá –un doctor judío que murió a los 52 años a causa de una afección cardiaca– contempló la posibilidad de actuar siendo joven, pero al asistir a una clase en la Universidad de Pittsburgh se intimidó al ver el talento de sus compañeros y concluyó que estaba fuera de esa liga.