LA BRUJA DOBLE CARA Baba Yaga

A veces bondadosa, a veces malvada, esta singular criatura del folclor eslavo encarna la dualidad humana en cualquier tiempo y latitud.

Uno de los principales pueblos señalados en el llamado Mapa Fantástico de Rusia es Kukoboy, donde se encuentra el Museo de los Cuentos de Hadas, hogar de Baba Yaga, uno de los personajes más aterradores y fascinantes del folclor eslavo. Se trata de una bruja que –cuenta la leyenda– tiene la apariencia de una anciana demacrada, esquelética, jorobada y casi ciega, con una maraña por cabello, dientes de acero que sobresalen de sus labios y una pierna que es un solo hueso. Complementan su repulsivo aspecto una nariz aguileña de color azul y la barbilla demasiado curvada hacia arriba, así como la infinidad de verrugas que cubren su rugosa piel. Etimológicamente su primer nombre, Baba, suele asociarse con mujer, madre, vieja, anciana y abuela, pero también con fealdad y vicio; y el segundo, Yaga, con serpiente, bruja y ninfa de los bosques (dríade), y asimismo con horror, maldad, ira, escalofríos y frialdad. De ahí proviene que en el imaginario colectivo se le invoque como un ser monstruoso capaz de comerse a los niños mal portados.

Baba Yaga vive en una tétrica cabaña que se sostiene y anda por el bosque sobre gigantescas patas de gallina. Los techos y paredes de la casa están hechos de la carne y osamentas de las víctimas humanas que devora con su poderosa dentadura; las lámparas son cráneos con velas dentro; los cerrojos de las puertas son huesos de manos y las cerraduras, bocas con afilados dientes. Es madre de una o más hijas y tiene a su servicio a espectros que cuidan de su vivienda. Además rige a los jinetes blanco, rojo y negro, que simbolizan el ciclo alba-día-noche, es decir, nacimiento-vida-muerte.