Todavía Remueve Piedras

El libro de Max Lucado que lleva por título Todavía remueve piedras dice mucho en tan solo tres palabras. Veinte años atrás, leí este libro por primera vez y sus palabras me cautivaron, y desde entonces he meditado en ellas muchas veces.

- Evelyn Gardiner

La tumba donde fue puesto el cuerpo de Jesús le pertenecía a un rico hombre judío llamado José de Arimatea, obviamente miembro del sanedrín. José, al igual que Nicodemo (quien fue a ver a Jesús de noche), era un seguidor secreto. De acuerdo a Juan 19:38-42, la muerte de Jesús hizo que estos hombres se armaran de valor para pedir Su cuerpo. José dispuso de una tumba privada que tenía para enterrarlo, y ambos se encargaron de llevar el cuerpo de Jesús hasta allí. Nicodemo llevó una gran cantidad de especias para poner entre los lienzos y así combatir el hedor del cuerpo al descomponerse.

En aquellos días, las tumbas eran excavadas en la roca y selladas con piedras grandes. Se estima que las piedras pesaban de una a dos toneladas. La Escritura claramente dice que la piedra se podía rodar, así que es probable que tuviera una forma circular. Pero los judíos no estaban satisfechos con ver la tumba sellada solamente con una piedra, pues estaban preocupados por las palabras que Jesús había dicho, de que se levantaría. Por un lado, no estaban seguros si esto sucedería o no. Por el otro, ellos habían visto los milagros que Él había hecho, incluyendo la resurrección de algunos muertos. Ellos habían atribuido Sus milagros al poder de Satanás; sin embargo, esta vez era diferente y preguntaron si podría levantarse de la muerte. Su preocupación los llevó a insistirle a Pilato que colocara guardas armados frente a la tumba y que la velaran 24 horas, en caso de que los discípulos de Jesús intentaran robarse el cuerpo y afirmaran que se había levantado de entre los muertos.