Retomando El Poder

EN EL TRIÁNGULO NORTE SE ESTÁN REGISTRANDO MENOS HOMICIDIOS, PERO ESO NO SERÁ SUFICIENTE PARA REDUCIR LA EMIGRACIÓN.

Para un joven de Baracoa, al norte de Honduras, fue la hermana que perdió –secuestrada y de la que nunca más supo–. Para una familia de Tegucigalpa, la capital, fueron los vecinos: dos jóvenes hermanos, asesinados por rehusarse a pertenecer a la banda local. Al hablar con suficientes migrantes del Triángulo Norte de Centroamérica – compuesto por Honduras, El Salvador y Guatemala–, se torna evidente, rápidamente, que todos tienen una historia. Siempre hay alguien. Y cualquiera puede ser el siguiente.

Incluso bajo los estándares funestos de Latinoamérica, la violencia en el Triángulo Norte es endémica y horrible. El año pasado, Médicos sin Fronteras, entidad de caridad, describió la experiencia de personas que viven en estos tres países como “muy parecida a la de quienes enfrentan una guerra”. En el 2011, más de 7.000 vidas se perdieron en Honduras por violencia, similar a la cifra en Siria, con más del doble de población y el tropiezo de una guerra civil. Ese año Honduras tuvo la tasa más alta de homicidios entre los países que no están en guerra: 86 por cada 100.000 personas, en promedio. Ese número en México, que es extremadamente violento, fue de 20 por cada 100.000 individuos.