Muy poco es lo que se sabe de las letras africanas, y la ignorancia generalizada resulta todavía más evidente cuando se necesita agrupar, para todo un continente, literaturas con contextos sociológicos y tradiciones literarias tan dispares. Este desinterés también se ha reflejado en la exigua atención de un galardón, el Nobel –que aspira a reconocer la labor de escritores de todas las latitudes–, el cual ha concedido tan sólo unos pocos premios a africanos con perfi l occidental (en lengua inglesa, además, y uno de ellos del África negra), aparte del único autor en lengua árabe que lo obtuvo: Naguib Mahfuz, en 1988.
Así, hasta 1986 no se decidió a poner en la palestra a un autor africano: el dramaturgo, poeta y novelista Wole Soyinka (1934), nigeriano de nacimiento pero inglés de formación – estudió en la universidad de Leeds y en los años cincuenta trabajó como director y actor en un teatro londinense– y, como suele apreciar la Academia Sueca, con un gran compromiso político: denunció los ataques de los británicos a las culturas africanas en su pieza teatral Death and the Kings Horseman, y por la publicación de un artículo donde pedía el armisticio, el Gobierno le detuvo y encarceló, en los tiempos de la Guerra Civil, en los años 1967-1969, lo cual no impidió que siguiera escribiendo. (Fue el primer hombre negro que recibió el Nobel.)
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