Venom y la celebración del miedo

Alejado del Marvel Cinematic Universe, y sin la presencia de Spider-Man, el antihéroe está listo para tomar su lugar en un universo de superhéroes cada vez más oscuro y sanguinario.

- Por Luis Miguel Cruz

La década de los 80 fue la más violenta en la historia de los Estados Unidos. Las estadísticas dictan que tan sólo en 1980 se cometieron 10.2 asesinatos por cada 100,000 habitantes, lo que lo convierte en el año más sangriento del país hasta la fecha. A diferencia de lo que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Fría, esa vez no hubieron superhéroes que brindaran esperanzas desde la ficción a la sociedad decadente.

Lo que sí nació fue un personaje oscuro, aunque no del todo fuera del alcance de la redención. En 1984, el escritor David Michelinie y el artista Todd McFarlane aprovecharon este contexto para la creación de Venom, un supervillano cuyos poderes surgen de un simbionte –ser vivo que existe en simbiosis con otro– alojado previamente en Spider-Man. Sin embargo, su peligrosidad radica en el odio que ha carcomido por años a su huésped humano: Eddie Brock. Atormentado por un pasado doloroso y lleno de fracasos, Brock desprecia a Peter Parker y también a sí mismo, lo que permite que el simbionte conecte con él y habite su cuerpo. Esta crudeza le valió al personaje la popularidad inmediata, lo trasladó al mundo de los antihéroes, y finalmente alimentó la necesidad de Hollywood por llevarlo al cine. No sólo por su potencial taquillero, sino por la oportunidad de darle oscuridad a un héroe tradicional, cuya lucha interna proviene de ese milenario conflicto que hemos visto otras veces en pantalla: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.