Comer Sin Sal ¡es Posible!

Se sabe que en exceso produce enfermedades cardiovasculares y renales, entre otras afecciones. El desafío de no agregarla a las comidas y el secreto de cocinar con otros ingredientes. ¡A probar se ha dicho!

La sal -denominada cloruro sódico (o cloruro de sodio)- existe hace miles de años, incluso era el recurso empleado para evitar la descomposición de los alimentos cuando no existían las heladeras. Se trata de un compuesto químico que se obtiene de diversas maneras. La más común es el método de la evaporación de agua de mar con el cual resulta la sal marina, que es menos amarga que la sal obtenida de yacimientos. Ahora bien, ¿su consumo es beneficioso o no? Por un lado la respuesta es afirmativa dado que la sal contribuye a tener una buena digestión, posibilita la correcta absorción de potasio (mineral fundamental para el buen funcionamiento de los músculos y del sistema nervioso), mantiene el nivel de líquidos en el cuerpo (vital para mantener la presión arterial estabilizada), incluso estimula el apetito. Sin embargo, su consumo en exceso realmente es nocivo para la salud, principalmente porque ataca la salud de los riñones, el corazón y el hígado. En este sentido, es responsable de causar hipertensión, retención de líquidos, favorecer el desarrollo de enfermedades como arteriosclerosis y osteoporosis, o afectar el equilibrio hormonal. También dificulta la función del aparato respiratorio (pues el exceso de sal empeora los síntomas del asma), favorece el sobrepeso y la obesidad, y conduce a la deshidratación o pérdida de fluidos corporales. A todo esto se suma que su consumo puede generar adicción.