Bailar pegados

Tal vez más que nunca, esta sea la temporada en la que mayor relevancia han cobrado las colaboraciones entre firmas de lujo. Un nuevo recurso de sinergias que devuelve la creatividad al centro del discurso.

- Por Colin Robinson 

A DOS BANDAS El revuelo mediático que han causado mano a mano Donatella Versace y Kim Jones con Fendace (la fusión estética y lingüística de Fendi y Versace) apunta maneras de superventas.

El orden de los factores no altera el producto. Es lo que parecen haber resuelto las grandes cabezas pensantes en la industria de la moda esta temporada, que han hecho de la propiedad conmutativa el santo y seña de las colecciones que más atención mediática están acaparando. Un modus operandi, el de las colaboraciones creativas, que no es en absoluto novedoso: para qué engañarnos si H&M se subió al carro de esta lucrativa dinámica en 2004, poniendo al servicio de Karl Lagerfeld su poderosa maquinaria comercial, dando lugar a una tradición que han perpetuado hasta la actualidad, nutriéndose con fichajes como Isabel Marant, Margiela o Balmain. Pero el fenómeno que estamos viviendo actualmente tiene una diferencia: si hasta ahora se trataba de asociaciones entre una firma de lujo y un gigante del mass market cuya ulterior pretensión era llevar al gran público un pequeño rescoldo de esa estética aspiracional, la vinculación se da hoy entre nombres de primera línea.