Estudio de los Axones de Cefalópodos – En su tinta

Si tenemos una deuda de gratitud con el ratón de laboratorio, al calamar Loligo pealei habría que darle un premio Nobel por su rol en la neurofisiología.

- Ángela Posada-Swafford

Con un rápido tijeretazo, el investigador Joe DeGiorgis cercena la cabeza de un resbaloso calamar de 15 cm de largo que segundos antes nadaba en una nevera portátil. La cabeza, con sus ocho brazos y dos tentáculos enrojecidos aún retorciéndose, cae al agua en medio de un chorro de tinta oscura y algunas exclamaciones de los presentes.

“Es por el bien de la ciencia”, dice el científico colocando el cuerpo del calamar sobre una mesa de disección especialmente iluminada por debajo. Trabajando con la destreza del que ha hecho esto miles de veces, DeGiorgis abre en dos al animal como haría un chef, y saca las tripas y el tejido innecesario del molusco, que ahora parece un trozo de papiro translúcido.

“Una neurona es como un árbol: tiene ramas, tallo y raíces; pero lo que nos interesa es el tallo, o axón”, explica, colocando un par de pinzas ante una delicada hebra blanca que atraviesa al animal de arriba abajo. “Éste es el famoso axón gigante del calamar de la especie Loligo pealei, o calamar de aletas largas del Atlántico. Es el tallo de la neurona que conecta el cerebro con el otro extremo del cuerpo, para enviarle la señal eléctrica que lo impulsa a nadar. Este axón es famoso no necesariamente por lo largo, ya que muchos otros animales lo tienen así, sino por lo ancho que es.”