Oasis de Devoción oculto en la selva

Tenía que escapar de la selva de asfalto. El estrés y el caos citadino eran razones suficientes para tomarme unos días; necesitaba un lugar para descansar y reencontrarme conmigo.

- Por Hafiza

Decidí irme al Caribe, pues hasta el momento no he encontrado un mejor lugar para despejarme. Elegí como destino Isla Mujeres, un par de días de playa y agua cristalina me ayudarían a recobrar esa paz que necesitaba.

Ya en mi destino, al amanecer, todo comenzó a ser diferente. Vi desde el acantilado de Punta Sur cómo se levantaba el sol en ese inmenso mar. Fue un momento que nunca olvidaré; me sentí conmovida y en unión con lo divino. Sin darme cuenta, llegó una mujer de edad avanzada; se acercó a mí y juntas vimos al día despertar. Conversando, me dijo que había otro lugar en tierra firme donde también podría encontrar esa paz y ese regocijo en el corazón como en ese instante. Me aconsejó que me dirigiera al Santuario de María Desatadora de Nudos. No me dijo más y se marchó.

En busca de lo divino

Aproveché que me había despertado temprano, tomé lo necesario y tomé el ferry para llegar a Cancún y de ahí dirigirme a aquel lugar que me había intrigado, después de investigar su paradero. Apartado de la zona hotelera, llegué a ese misterioso lugar que la señora había sembrado en mi mente.

Enclavada en la selva quintanarroense, se halla este santuario único en su tipo en México, un verdadero edén donde la paz reina y los milagros son concedidos gracias a la intercesión de la Virgen María Desatadora de Nudos.