¡Triunfo El Amor!

Con notoria emoción, una sonrisa imborrable en sus labios y haciendo suyo el mensaje clave del poder de este sentimiento, Harry y Meghan cristalizaron su sueño.

Con un desborde impre-sionante de felicidad, Meghan Markle llegó acompañada por tres de sus pequeños pajes a la escalinata de la iglesia de San Jorge, donde los restos de Enrique VIII y algunos recuerdos reales guardados en las paredes, fueron testigos del enlace más esperado del año, que había estado matizado por la polémica.

Pero ni las habladurías de los hermanastros de la novia ni los comentarios raciales o la ausencia del padre de Meghan pudieron empañar el día más importante de su vida. Eran las 11:30 de la mañana cuando Harry arribó al recinto acompañado de su hermano, William, quien fungió como su padrino, y esta vez los papeles se cambiaron, pues en 2011 cuando el mayor de los príncipes contrajo matrimonio, era él quien estaba preso de la emoción, mientras Harry bromeaba y saludaba a los asistentes.

El símbolo de su historia

Si algo ha distinguido la relación de los ahora esposos es que, literal, nunca se han soltado de las manos; su unión y complicidad ha estado ahí desde el día en que salió a la luz su amorío el año pasado y esta vez no fue diferente. Apenas la vio llegar tomada del brazo del príncipe Carlos, el amor y la devoción que ambos se tienen dejó huella, una vez que se encontraron, entrelazaron sus manos y no volvieron a separarse. Incluso él le susurró: "Te ves hermosa, soy muy afortunado", levantando los suspiros de los 600 invitados y del mundo entero.