LA COMIDA Y SUS PODERES

Tras un desafortunado diagnóstico de cáncer de mama dejé que los médicos hicieran su trabajo y yo me puse a hacer el mío. Esta es mi experiencia con los cambios que introduje en mi alimentación.

- PÍA QUINTANA

Siempre me he considerado una persona sana. Desde hace varios años, después de leer el libro Eres lo que comes, de Gillian McKeith, mejoré aún más mis hábitos. Dejé de comer carne roja; cuando quería consumir proteína animal procuraba que procediera del mar, y si cocinaba con grasas siempre buscaba las de mejor calidad. El ejercicio también ha sido siempre parte de mi vida. Soy una fiel creyente en que la comida, al igual que el ejercicio, tiene poder terapéutico.

Hace unos meses estaba por emprender un proyecto que implicaba mudarme por un trimestre a una isla cerca de Bali, así que decidí adelantar las revisiones médicas que suelo hacerme una o dos veces por año: dentista, ginecólogo, médico funcional, etc., y decidí incluir una cita con la nutrióloga, pues estaba ganando peso sin razón aparente.

El médico funcional me mandó hacer estudios de sangre. Los resultados no los tenían ni a él ni a la nutrióloga del todo contentos: hormonas alteradas y demasiada inflamación. Al ginecólogo le comenté sobre una bolita que ya me habían revisado y que la sentía más grande. Me hicieron una biopsia y a la semana siguiente mi vida dio un giro inesperado: cáncer de mama. Las quimioterapias comenzaron de inmediato y todos mis planes tuvieron que esperar.