De la fuerza de la tierra y el sol de México surgen 22 especies de agave que dan vida al mezcal, el más fascinante de nuestros destilados.
Del orgullo de su tierra, áspera y generosa, surge el agave, planta fértil que resiste todo –fuego, diluvios, sequías– y entrega su fuerza en una bebida creada entre rituales que pasan de padre a hijo, compartidos entre hermanos, rodeada de misticismo y magia.
Encuentra su valor artesanal en la tradición cortada por manos expertas, curtidas con la experiencia que se aprende en el oficio. Una historia común que une familias y comunidades y que, con su creciente apreciación, evita que se dividan, cuando algunos de sus integrantes se va “al Norte”, en busca de nuevas oportunidades.
Éste es el origen del mezcal, parte absoluta de su riqueza y cuyo corazón más arraigado se encuentra entre las montañas de Oaxaca, en sus pueblos y pequeños palenques, heredados de padres a hijos, junto a los ritos y conjuros que forman parte de esta bebida legendaria.
“La idea inicial empezó cuando vine a hacer mi servicio social de la universidad en Oaxaca”, cuenta Santiago Suárez, cofundador de Mezcal Amores. Allí, fue descubriendo todos los misterios y mitos del mezcal y, sobre todo, quedó fascinado al descubrir que se produce de 22 diferentes especies de agave y de manera artesanal, mientras que el tequila se obtiene de tan sólo uno y de forma industrial.
Esta historia es de la edición Marzo 01, 2019 - 1250 de EXPANSIÓN.
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