Crónica de un suicidio

En marzo de 1955, la actriz de origen checoslovaco dejó de existir. La versión oficial lo calificó como suicidio y las especulaciones se encendieron. Miroslava se quitó la vida pero su asesino fue otro:el amor.

- Rafael Aviña

La encantadora actriz de cine Miroslava Stern se arrancó la existencia en su elegante alcoba de la casa número 83 de la calle de Kepler, en la colonia Nueva Anzures... Todo hace suponer que la artista se desesperó con la noticia de que el torero Luis Miguel Dominguín, el diestro hispano, del que ella estaba enamorada, se casó con una actriz italiana. Esto lo hace suponer el hecho de que haya quedado muerta con un retrato de él en su mano derecha, en tanto que en la izquierda sostenía tres cartas que escribió minutos antes de apurar el tóxico...”.

Era la noticia del día. En los pasillos de los estudios cinematográficos no se comentaba otra cosa más que el suicidio de Miroslava. La televisión y la radio aportaban pormenores del suceso y la prensa recogía las declaraciones de amigos y allegados, así como testimonios de quienes rodearon en sus últimos días a esa actriz checoslovaca de mirada dulce y lánguida, que adoptó por pleno convencimiento a México, un país que le maravilló desde su llegada al bullicioso puerto de Veracruz cuando era una niña.

“Perdóname y olvida”. Eso decía la frase sencilla pero contundente, escrita en una carta que la frágil y hermosa Miroslava Stern sostenía en una de sus manos al ser encontrada muerta en el interior de su lujosa residencia. Era el 10 de marzo de 1955, a menos de un mes del estreno de la que sería su película póstuma: Ensayo de un crimen, dirigida por Luis Buñuel y estelarizada por el actor Ernesto Alonso, con quien filmó su primera y su última cinta. Cosas del destino... qué caray.