Bueno, de entrada son hombres maduros, de arriba de 45 años, exitosos, adinerados y muuuuy espléndidos. Son señores atractivos (el poder es un afrodisiaco, ¿o no?) y en el mejor de los casos te los agarras ya divorciados y con hijos grandes; de igual manera, siempre encontrarán la manera de apapacharte y consentirte, ¡ah!, y también de invertirte, porque son un cajero automático para las sugar babies. Ahora vamos a describirlas a ellas, porque esta tribu urbana viene emparejada: son chicas jóvenes, hermosas, ambiciosas, de gustos caros y saben muy bien lo que quieren.
Los sugar son perfectos para salir porque no solo te llenarán de champaña y buena comida, sino que ¡a tus amigas también!, ya que les gusta estar rodeados de gente joven y divertida. Si es tacaño que ni sueñe en poder conquistar a una sugar baby, un avaro no le atrae a nadie.
El trato entre este par es simple, sincero y abierto: él paga estudios, gimnasio, renta, regalos, viajes, cirugías, departamentos, objetos de lujo... Todo depende de la maestría que cada una tenga para sangrar al sugar daddy. Por su parte, a él, el hecho de pagar y ser Don Dinero en la relación le brinda un aura mágica y afrodisiaca: disfruta poder compartir su patrimonio y éxito con alguien, pues no quiere estar sin compañía, ya que compartir es parte fundamental de su psique. Y ella solo se dedica a ser y estar fabulosa para él. Así de simple.
Esta historia es de la edición Diciembre 23 - 2019 de Cosmopolitan en Español - México.
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