Seguimos en este mes las peripecias venatorias del autor tras los cochinos, dando continuidad a esas salidas tras los grandes jabalíes, ésos que cada vez, como decíamos el pasado número, son menos frecuentes a la hora de hacer balance de nuestros resultados en esta forma de caza tradicional que es el aguardo o espera cochinera, muy practicado en estos meses estivales.
El día 15 de abril vol-vía a estar sentado ha-ciendo vista al Rega-to de la Serreta, en el margen derecho de éste según baja hacia la ribera. Era aún muy temprano y estaba todavía muy oscuro -tengo apuntado en mi cuaderno que los cochinos me entraron a las siete de la mañana, que en esa fecha es aún muy de noche- cuando vi con los prismáticos unos bultos negros que se acercaban regato arriba. Y están aún lejos, pero parecían grandes… Si seguían regato arriba me pasarían a poca distancia, así que me dispuse a dejarlos llegar, sin dejar de mirarlos con los prismáticos, con el rifle cruzado sobre mis piernas.
Me llamó la atención enseguida porque andaba despacio, menos activo que el resto, y cuando se paraba no hociqueaba, sino que permanecía con la cabeza levantada
Esta historia es de la edición Julio 2019 de Caza Mayor.
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