El reino quebrado

La sentencia de cárcel para Iñaki Urgandarin llevó al rey Felipe y a la monarquía un paso más allá hacia el punto de quiebre. Aparte del descontento hacia la corona, la realeza debe lidiar con un país hundido en una profunda crisis económica y política que, por el momento, parece no tener fin

- Por Manuel Santelices

En medio de insultos y gritos de una multitud que lo llamó “ladrón” y “chorizo”, Iñaki Urgandarin, marido de la infanta Cristina y cuñado del rey Felipe, ingresó a un juzgado de Palma de Mallorca para ser notificado oficialmente de una sentencia de prisión de cinco años y 10 meses por su rol en el infame caso Nóos. Iba comprensiblemente serio y cabizbajo, enfundado en un elegante blazer azul y pantalones claros, acompañado de su abogado, Mario Pascal Vives. Muchos suponen que su siguiente paso será pedir un indulto al Tribunal Constitucional, pero debe pasar un tiempo en prisión mientras espera una resolución. Y eso ocurrió el pasado lunes 18 de junio, cuando voluntariamente ingresó a las 8.13 de la mañana –según el diario El País– a la cárcel de Brieva, en Ávila. Centro peninteciario –entre los 82 que tuvo para elegir– que es de mujeres pero con una pequeña sección de hombres, donde hasta el cierre de esta edición el cuñado del rey de España era el único reo. Asimismo, no se sabe si su permanencia es definitiva, ya que es posible que incluso sea derivado a otro recinto.

Sea cual sea su destino, Urgandarin ha perdido el respeto y la confianza de España y, en cierto modo, a pesar de los esfuerzos de Felipe y Letizia por mantener la distancia, ha arrastrado a toda la monarquía española con él hasta el abismo.