EL PEQUEÑO RAY TENÍA 12 AÑOS cuando llegó a su pueblo un carnaval itinerante. Se metió al espectáculo de un caballero que sostenía una espada y del que salían llamaradas de fuego por la espalda: “Me señaló, me puso la punta de la espada en la nariz y me dijo: ‘¡Tú! Vas a ser inmortal’. Lo seguí hasta su carpa para preguntarle qué vio en mí y en lugar de responder me presentó a los hombres ‘fenómeno’ del carnaval: entre ellos al ‘hombre ilustrado’ que tenía el cuerpo tatuado de pies a cabeza. Fui diario a verlos por cinco días y, cuando me iba a casa, le pedía a mis padres la máquina de escribir y me sentaba a recapitular toda la emoción de esas aventuras en un papel. Desde ese día escribo y no he parado en 72 años. Así fue como descubrí que iba a ser inmortal”.
EN LA CABEZA DE UN NIÑO
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