Neblina En La Sierra De Hidalgo

Gran parte del estado de Hidalgo es de tesitura rural: allí la vida llega benévola con los rayos del sol, que desarman momentáneamente a la neblina.

- Ira Franco

Aunos 90 kilómetros de Pachuca se ubica el pueblo de Molango, donde los españoles encontraron (y destruyeron) el templo al dios Mola, del que no quedaron registros gráficos. La fundación cristiana se dio en 1538, cuando el cronista agustino fray Antonio de la Roa, evangelizador de toda la sierra alta de Hidalgo, ordenó la construcción de un convento y una capilla dedicados a San Miguel en primera instancia pero que hoy se conocen como exconvento de Nuestra Señora de Loreto. Hay que visitar su antiguo campanario, situado en el atrio, enarbolado con palmeras altísimas que nos miran desde su calmado vaivén. La historia de este edificio es notable no por su particular riqueza – hoy no tiene ya ni la cruz atrial original ni los retablos decorativos, que han ido desapareciendo con los años—sino porque da cuenta de la feroz resistencia indígena a la conversión cristiana obligatoria: a diferencia de otras comunidades, en los altos de Hidalgo permanecieron muchas costumbres y una cosmovisión que no incluía la idea del infierno crematorio sino el concepto del inframundo adonde iban a descansar las almas. Estas ideas aún perviven y se cuelan entre las celebraciones católicas, debido en parte a la permanencia de lenguas como el náhuatl, el otomí (recientemente reconocido como hñähñu), tepehua y mixteco –que hoy habla más del 15% de la población–. Un dato muy interesante es que en tiempos coloniales fue el otomí y no el castellano la lengua franca en la actual región de la Sierra Gorda, facilitando el entendimiento entre los chichimecas, los misioneros y los dueños de haciendas.