Otras caras del mismo cubo

Una larga vida de convertir en arte todo lo que le pasó por las manos y dejar museos llenos por todo el mundo.

- Iván Berdión

PABLO PICASSO en el taller de alfarería Madoura, en Vallauris (abril de 1949).

Existe algo importante en la carrera artística de Pablo Picasso que se suele pasar por alto, y es que el artista vivió nada más y nada menos que 91 años. Es un largo periodo para desarrollarse vitalmente, máxime para un hombre como este, que decía no poder parar de trabajar en ningún momento: "Las musas existen, pero deben encontrarte trabajando". De su producción conservamos incluso repeticiones y series de la misma idea, como sus famosas Las Meninas pintadas de hasta 45 maneras distintas entre agosto y diciembre de 1957, o los 40 dibujos de su estudio en La Californie realizados en 1955 siempre desde el mismo sitio. Y no hablemos de sus grabados, que le brindaban la oportunidad de repetir innumerables copias de una misma pieza, como si se tratara de una imprenta.

Fue además un artista tremendamente democrático en cuanto al soporte de la obra. Llegó a intervenir lienzos y bronce, pero también papel, cartón, libros de cuentos y poemas, portadas de discos de vinilo, prendas, y objetos de lo más peculiar (como el grabado de El rapto de Jezabel por el centauro Quirón de 1962 que le regaló a su amigo Camilo José Cela en el mango de un encendedor). Llegó a practicar incluso el moderno light painting y no es extraño, pues, que cuando falleció dejase obras sin acabar. Y lo cierto es que nunca importó el soporte: todo lo que salió de su mente y sus manos tuvo valor. El apellido Picasso es una de las marcas más influyentes del mundo y de la historia.