Más allá de la báscula

Parece que vivimos, en mayor o menor medida, con una adicción a la comida. A diferencia de otras sustancias, los alimentos son una necesidad primaria en los seres vivos y aprender a distinguir la diferencia entre hambre y ansiedad no resulta cosa fácil.

- Bris Ibarra

Estoy segura de que, al igual que yo, muchas personas llegaron a la conclusión de que quizá nunca han tenido una relación sana con su cuerpo y con los alimentos que eligen diariamente, así que podrán entender cuando hablo de esa pequeña sensación de culpa que llega después de ingerir algo que sientes que te aleja de la versión idealizada que has construido sobre ti mismo. Problemas relacionados se pueden vivir de cualquier manera: o tienes un cuerpo naturalmente delgado que te gustaría que fuera más curvy o sientes que naciste con la peor genética y hasta lo que no te comes te hace subir algunos gramos... difícilmente alguien se siente del todo cómodo con su reflejo. Siendo sensatos, lo más probable es que no tengas el conocimiento necesario para alimentarte de la manera saludable que tu cuerpo necesita o que los problemas emocionales hagan de la suya orillándote a sucumbir ante tu ansiedad, el estrés y las situaciones que te rodean.

Mirando hacia atrás creo que fue en la adolescencia que comenzaron las inseguridades respecto a mi físico y la lucha con la comida, pues comparaba mi cuerpo con el de mis compañeras y resultaba emocionalmente cansado vivir con esa carga constante de mirarme con unos ojos tan críticos. Por muchos años, de manera inconsciente, asocié el rechazo con cómo me veía, pensaba que al ser esbelta o tener un cuerpo ideal, las personas gustarían más de mí o que eso me haría popular; es la narrativa que te venden desde pequeño: la gente bonita no tiene problemas.