Práctica muy en boga y considerada incluso como un “arte sobre la
piel”, el tatuaje en México tuvo que superar cinco siglos de fuertes
obstáculos. Desde el inicio de la Colonia, en el siglo XVI, su práctica en
los pueblos mesoamericanos fue drásticamente prohibida por el Santo Oficio,
que la veía como una costumbre bárbara, demoniaca e idolátrica totalmente
contraria a la ortodoxia cristiana, y quienes llevaban este tipo de decoración
corporal –hecha comúnmente con espinas de maguey– eran perseguidos y
condenados a prisión o a trabajos forzados.

Levantóse Cortés, y con nombre respeto del vencedor al héroe desgraciado, abrazó con ternura a Cuauhtémoc. Llenáronsele a éste de lágrimas los ojos y poniendo la mano en el mango del puñal del Conquistado, le dijo las siguientes palabras, con las cuales sucumbía un rey con su raza, con su patria y con sus dioses:
Malintzin, pues he hecho cuanto cumplía en defensa de mi ciudad y de mi pueblo, y vengo por fuerza y preso ante tu persona y tu poder, toma pues este puñal y mátame con él. 
Moría y a la tarde, prometiendo tormenta, y entre nubes rojas como sangre se hundió para siempre detrás de las montañas el quinto sol de los Mexica*

Ella el 13 de agosto de 1521. México-Tenochtitlán, centro político, cultura, religioso y militar de los aztecas, había caído en poder de las tropas de Hernán Cortés y sus aliados indígenas. Concluía la conquista y se inclinaba el avasallamiento español sobre los pueblos de Mesoamérica.

Esta edición especial dedicada al Quinto Centenario del acontecimiento conocido como la Conquista de México ofrece un amplio abanico de relatos testimoniales, puntos de vista e interpretaciones historiográficas - diferentes entre sí, y aun contradictorias-, con el propósito de contribuir al debate sobre un tema que aun despierta pasiones encontradas. Lo hacemos con la emoción subjetiva de que se conmemora un desigual, sangriento y brutal choque de dos civilizaciones que dio origen a una sociedad compleja y heterogénea, que cinco siglos después aún pugna consigo misma por alcanzar una identidad propia y única.

* Ultimos párrafos de Tomo I de México a través de los siglos

Tomaron los congresos de Puebla y Quintana Roo para exigir que las mujeres tengan acceso a abortos seguros; en medio de la pandemia salieron a las calles para manifestarse contra los feminicidios y en Cancún fueron reprimidas a tiros; levantaron la voz con el #MeToo contra los acosos, abusos sexuales y violaciones que permanecían en silencio; se encapucharon y tomaron las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; fueron agredidas por protestar contra la candidatura al gobierno de Guerrero de Félix Salgado Macedonio, acusado de violación; el presidente Andrés Manuel López Obrador las desacreditó por pedirle que rompiera el pacto patriarcal...
El movimiento feminista mexicano recorre de manera transversal estratos sociales, sectores laborales y regiones del país. Ajeno a grupos y partidos, escapa los intentos del control y cooptación. Sus métodos descolocan al poder político. Las causas que lo animan encuentran asideros en una sociedad que mira sorprendida su arrastre y crecimiento.
En esta edición especial, Proceso aborda distintas aristas de este movimiento vibrante y heterogéneo, así como los factores que lo explican, entre ellos la violencia de género y su expresión más terrible: los feminicidios. Se trata de un documento periodístico sobre luchas vivas, donde "ellas" son las protagonistas y son sus voces las que se expresan.

Ahondar en las entrañas de todo gran hombre, para mostrarlo en el presente de hoy como era en el presente de su época, es un enorme desafío del periodismo histórico.
Aún más si se trata de un genio tan complejo y atormentado domo lo fue Ludwig van Beethoven. Y el reto se acrecienta si ha sido, como en el caso del gran compositor alemán, tan explotado, tan investigado, tan analizado no sólo en su extensa obra, sino en su vida personal y aun íntima.

En la azarosa travesía hacia la era poscovid, México y los demás países del orbe siguen compartiendo viaje en el mismo barco, aunque en camarote distinto.
Como sea, el destino se estrelló de golpe en todos los territorios y colectividades con su cuota de muerte e incertidumbre, con su aterradora cauda de crisis económica, hambre y sueños vanos.
En contrapartida, la lucha se torna entonces universal: Además de resistirse a bajar del todo la cortina, o a levantarla de nuevo sin las previsiones del caso, los gobiernos, y en particular las personas, hoy más que nunca se preguntan: ¿A dónde vamos?

Derrotada la II República española, Francia abrió su frontera a quienes huían de las tropas franquistas. Los primeros meses de 1939 ya había 440 mil refugiados hispanos –hombres y mujeres, infantes y adultos, civiles y milicianos– en territorio galo. El presidente Lázaro Cárdenas encomendó al cuerpo diplomático mexicano –conformado entre otros por el cónsul Gilberto Bosques Saldívar, el embajador Narciso Bassols, así como su sustituto Luis Ignacio Rodríguez Taboada–, acoger a los republicanos
y sus familias y traerlos a México.
Ese excepcional grupo cumplió a cabalidad la encomienda del general Cárdenas, no sin vicisitudes. Gracias a esos diplomáticos decenas de miles de transterrados –el historiador José María Muriá Rouret habla de 50 mil– llegaron a México, donde rehicieron sus
vidas. En esta segunda entrega reproducimos las historias de algunos de ellos, así como sus aportes a la cultura nacional, incluidos tres reportajes sobre otras tantas películas que abordan ese oprobioso capítulo que hundió a España en las tinieblas; un singular ejercicio
de memoria visual. En otro apartado, el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva Barrera, nieto del primer desaparecido durante la Guerra Civil, reflexiona sobre su trabajo y el de sus compañeros que aún buscan los restos de sus familiares; también destaca la historia de Guernica, el portentoso y solidario trabajo del artista malagueño Pablo Picasso que plasma los horrores de la guerra, y la forma en que los milicianos lograron salvar los tesoros artísticos del Museo del Prado

Surgido de una forma de expresión artística que hasta hace
 poco se le consideraba simple entretenimiento de masas, el
 personaje The Joker saltó del cómic a la pantalla grande y de ahí irrumpió como el protagonista inesperado de un debate inédito. El estreno de Guasón de Todd Phillips desató un fenómeno de discusión que rebasó los tópicos habituales del cine adaptado de la historieta y puso sobre la mesa temas políticos y sociales complejos. Una explosión a la que no han sido ajenos incluso quienes no gusten de la película o no la hayan visto aún.

La Guerra Civil de España duró exactamente 2 años, 8 meses y 15 días. Los enconos de la monarquía, los falangistas y las tropas legionarias del general José Millán–Astray y sus pares destacamentados en Marruecos contra la II República empezaron a manifestarse en abril de 1931, cuando la derecha perdió las elecciones. Pero la sublevación se inició a mediados de julio de 1936, cuando los golpistas marcharon hacia Madrid. Pensaban someter a los republicanos en algunas semanas, pero fracasaron; no contaron con la heroica resistencia ni con el apoyo de 35 mil brigadistas internacionales. Los sublevados, con el general Francisco Franco a la cabeza, solicitaron el apoyo logístico a los gobiernos de Adolfo Hitler y Benito Mussolini, quienes les enviaron a sus cazabombarderos, que en noviembre de 1936 comenzaron a bombardear Madrid y otras ciudades en resistencia. A partir de entonces España se convirtió en el reñidero de Europa, donde ya se gestaba la Segunda Guerra Mundial. En septiembre de 1939 –meses después de la guerra intestina que terminó con la II República y entronizó la dictadura franquista que se prolongó durante cuatro décadas– los países del Eje le reclamaron al general Franco su apoyo y éste se los proporcionó. Así, España ingresó en la guerra continental. Proceso ofrece en esta edición especial un mosaico informativo elaborado por nuestro corresponsal en España, Alejandro Gutiérrez Castañeda, quien recupera las páginas sangrientas de las embestidas de los legionarios y la heroica resistencia de las tropas republicanas.

Genio… No existe otra palabra para referirse a Leonardo da Vinci. 

Genio del artista que libera al arte sagrado de sus códigos formales para componer La última cena, representación incomparable de uno de los temas esenciales de la simbología cristiana que sigue adornando el comedor del convento de Santa Maria delle­ Grazzie, en Milán.

Genio del pintor que reinventa el retrato profano al dotar a sus modelos femeninos de una sutileza enigmática y de una gracia que roza la perfección y que culmina con La Gioconda, obra icónica venerada desde hace siglos.

Genio del hombre universal, que desde su primera infancia hasta el final de su vida quiere conocerlo todo, entenderlo todo, describirlo todo…
Si bien se conoce su fecha de nacimiento –15 de abril de 1452– y la de su muerte –2 de mayo de 1519–, no se conoce a ciencia cierta en qué pueblo toscano su madre lo dio a luz, ni tampoco si los restos humanos sepultados en la Capilla de San Huberto del Castillo de Amboise, en Francia, son realmente los suyos. 
Prevalecen las hipótesis y las conjeturas, los misterios, sobre el claroscuro de la vida de Leonardo. Un halo de leyenda lo envuelve. 
Leyenda que la corresponsal de Proceso en París, Anne Marie Mergier, se propuso desentrañar a lo largo de meses enteros de una investigación periodística con ocasión del quinto centenario de la muerte de Da Vinci. El resultado es esta edición especial, en que Proceso revive episodios vertebrales de la nebulosa vida del genio.

Para amplios sectores del pueblo mexicano –el pueblo de carne y hueso, y no el aludido con fines teóricos o demagógicos–, uno de los más sólidos arquetipos del ser y el accionar revolucionario lo constituye Emiliano Zapata.
Colocado por el oficialismo en el sitial de los héroes nacionales, el llamado Caudillo del Sur es sin embargo una suerte de antihéroe irreductible tanto para las ciencias sociales como para el oportunismo político; inmortal en un sentido figurado cada vez más reñido con las representaciones actuales, más potenciadoras y plausibles.

El 13 de noviembre de 2018, primer día del “juicio del siglo” –como dieron en llamarlo–, estalló la primera bomba: “Todo el gobierno de México, hasta el actual presidente y el anterior, reciben cientos de millones de dólares del narcotráfico”, espetó uno de los abogados del acusado.

Uno de los acervos documentales más estremecedores sobre el movimiento estudiantil de 1968 lo conforma un conjunto de fotografías que Proceso dio a conocer hace tres lustros y que ahora se recupera en la presente Edición Especial número 57, conmemorativa de los 50 años del movimiento y de la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

El parteaguas fue 1988. Aquel año Andrés Manuel López Obrador, quien ya tenía algún tiempo en las filas del PRI, se sumó a la Corriente Democrática de ese partido, la que hizo candidato a la Presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. 
Vendrían después, entre otras muchas, las batallas con el Frente Democrático Nacional, el Éxodo por la Democracia, su militancia perredista, su guerra contra el rescate de los banqueros a costa de los mexicanos, su desempeño al frente del gobierno capitalino, el desafuero promovido por Vicente Fox, sus dos desafortunadas campañas presidenciales y, finalmente, su triunfo del pasado 1 de julio a la cabeza de Morena y en coalición con los partidos del Trabajo y Encuentro Social.
En esas tres décadas de confrontación directa con la que identifica como “mafia del poder”, el tabasqueño ha aparecido repetidamente en las páginas de Proceso. 
Con motivo de su triunfo electoral y de su prolongada trayectoria política, esta edición especial extraordinaria recupera un conjunto de reportajes y entrevistas e incluye otros nuevos, además de material gráfico, que rememoran su largo y rudo camino al poder.

Ernesto Guevara de la Serna fue asesinado el 9 de octubre de 1967 en el
caserío de La Higuera, Bolivia. Su cadáver fue expuesto un día después en
el lavadero del hospital Señor de Malta, en el poblado de Vallegrande, con
el propósito de hacer patente su derrota y desalentar los brotes de insurrección
en el continente. Sucedió lo contrario: durante las siguientes dos décadas miles
de jóvenes de campos y ciudades de América Latina abrazaron el ejemplo del Che
e hicieron suyo el sueño revolucionario.
En contraste con las clases políticas cínicas y corruptas que pululan en la región,
la figura del Che Guevara mantiene su vigencia debido a los valores que encarna:
el espíritu de rebeldía, el desprecio por lo material, la congruencia sin fisuras,
el heroísmo sin frenos. Ni el triunfo del capitalismo neoliberal ni el naufragio
de las revoluciones armadas hicieron mella en el mito del guerrillero. Su vida y su
muerte –épica y tragedia entrelazadas– alientan la necesaria utopía y recuerdan
al mundo uno de sus pendientes: la justicia social.
A 50 años de la muerte del Che, Proceso ofrece en esta edición especial
historias fascinantes en torno a su asesinato, la desaparición de su cadáver y el
posterior rescate de sus restos; asimismo recoge testimonios y reflexiones de
quienes, de una u otra manera, conocieron al hombre “de carne y hueso” y escudriñaron
en su mito: familiares, biógrafos, verdugos y sobrevivientes de su guerrilla
en Bolivia.

Hace 15 años Proceso conmemoró el trigésimo aniversario de la matanza de Tlatelolco con una edición especial dedicada exclusivamente a los acontecimientos del 2 de octubre de 1968.

Agotada prácticamente desde los primeros días en que la pusimos en circulación, aquella edición de hace tres lustros sólo existe en los archivos de los coleccionistas. Dado su enorme valor testimonial y documental decidimos volverla a editar, no en una reimpresión sino en una nueva versión rediseñada y enriquecida con material gráfico que hemos obtenido desde entonces.

Si Elena Poniatowska fue la cronista de la matanza que no se olvida, el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, fue el fiscal de ese 2 de octubre teñido de rojo.
Directo, lenguaje de militar, señaló a Díaz Ordaz y al general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial, como los autores de la matanza. La historia es conocida hasta en los detalles. Díaz Ordaz y Gutiérrez Oropeza armaron una trampa para aprehender a los líderes del 68 y en esa trampa quedaron atrapados. Su tumba simbólica fue el edificio Chihuahua. Ahí yacen, momias de la historia, sin una voz que los defienda.

Ediciones Especiales Proceso  Cover - 500 Años de la conquista. Verdades y mentiras Edition

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