Kiin Thai-viet Eatery

Llegó una nueva opción de comida tailandesa-vietnamita a la ciudad. ¿Por qué tendrías que ir a conocerlo?

- Margot Castaneda

 El aroma de Kiin provoca. Limón con coco, cilantro, carne al carbón y todas las especias juntas… Si no tenías hambre, ya te dio.

La idea de la comida tailandesa y vietnamita es tentadora. Al leer el menú, imaginas: sabores ardientes por los chiles, fragantes por la lima kaffir y la albahaca tailandesa, y potentes por las salsas de pescado y los curries. Estará divertido.

Sospecharás: ¿qué trae la salsa tailandesa de los camarones goong pao? Si el pho es una sopa, ¿por qué el mesero quiere que la beba en coctel? (Casi) todo es intrigante, así que mejor éntrale sin miedo, pero con respeto a los platillos «picantes». Aquí lo que pica, pica en serio. Nada de cosquilleos en el paladar, los chiles tailandeses te muerden la lengua y no la sueltan.

El diseño rústico quiere que te sientas en una casa de campo, envuelto entre enredaderas y helechos cuya misión, quizá, sea que te den ganas de comer hierbitas y verduritas –de eso hay mucho.

Lo más seguro es elegir platillos conocidos, como el pad thai clásico ($190-$250), que les sale a la perfección, o la ensalada de papaya verde ($150): una rareza chula que conocimos en Galanga Kitchen, el hermano mayor de Kiin. Somsri Raksamran, la chef, ya domina esa mezcla de papaya con chiles thai, ejotes, azúcar de palma, limón y salsa de pescado. Un platillo al que se vuelve como se vuelve a los recuerdos bonitos.

Pero como todo lo bueno nace del riesgo, mejor elegir un desconocido. Uno de los más audaces es el bun cha ($170): fideos vermicelli de arroz con cerdo a la parrilla estilo viet, zanahoria, jícama, pepino, cebollín, cacahuate, menta, albahaca tailandesa y echalotes fritos. Es dulzón, poco picante, salado y muy aromático.