Nadie se robó la Navidad

En este paseo por las creencias mexicas en torno a las fiestas decembrinas veremos cómo se han adaptado los rituales al paso de los años y cómo celebramos ahora el año nuevo en la capital chilanga.

- Por Fernando Montes de Oca. Ilustración por Maldito perrito

XILONEN, DIOSA DEL MAÍZ, SE REPRESENTA SOSTENIENDO EN LA MANO DERECHA UN CHICAHUAZTLI DECORADO CON CABEZAS DE SERPIENTES Y EN LA IZQUIERDA, UN PAR DE MAZORCAS.

No recuerdo una casa tan adornada en Navidad como la de la señora Chiquis Gutiérrez, mamá de mi amigo Chila. Lucecitas brillantes en la fachada, una corona con guirnalda en la puerta y, al entrar, un gigantesco Santa Claus parado al lado de un pino natural repleto de esferas, moños y otros arreglos desconocidos para mí. Ningún rincón se le escapaba.

Me la pasaba en esa casa todas las tardes después de la prepa. A mi amigo Chila le decíamos así porque era chilango (cien puntos por originalidad). En Navidad era más evidente lo distintas que eran nuestras tradiciones. ¿Bacalao? ¿Romeritos? ¿Que los Reyes te traigan regalos? No, no y no. “En Colima se come pavo y los regalos se abren el 25 de diciembre”, pensaba yo.

Sin embargo, que las fiestas decembrinas unan a la familia y den un sentimiento de paz y armonía es algo que se vive en los hogares de México, no importa si es una Navidad a 30 grados centígrados como en el Pacífico, o a 12, como el centro del país, o bajo cero en algunas ciudades del norte.

Ahora, vale la pena preguntarnos: ¿siempre hemos celebrado así estas fiestas, con la comida al centro y los buenos deseos saliendo de nuestra boca? ¿Qué rituales se nos impusieron después de la conquista y qué cosas dejamos de lado con la evangelización? Lo que sigue es posible que vaya en contra de los hermosos adornos de mi querida Chiquis Gutiérrez.

LAS PRIMERAS FIESTAS