Ser o no ser (vikingo)

En su nueva aventura cinematográfica, Robert Eggers se rodea de un reparto único para adaptar una historia tan antigua como la lava de los volcanes de Islandia

- Por Santiago Alverú

¿PARA CUÁNDO UNA PELI EN EL SUR DE FRANCIA, ROBERT?”. Eggers ríe tras la pantalla de su ordenador, consciente de que todos sus rodajes han sido descritos como agotadores, gélidos o intensos. El hombre del norte, su último largometraje, el drama de un joven príncipe islandés que busca vengar la muerte de su padre a manos de su tío, no es una excepción. Su protagonista, Alexander Skarsgård, ha asegurado que es el trabajo más difícil al que jamás se ha enfrentado, tanto física como mentalmente. Su director de fotografía, Jarin Blaschke, con el que también trabajó en El faro (2019) y La bruja y (2015), se burla de él en los rodajes. “Mientras estamos muertos de frío, con las barbas congeladas, me dice: “Robert, un día vamos a hacer una película sobre picnics en la época victoriana. Sol, bádminton y limonada'. Pero me temo que en el guion que acabo de terminar, de mi próximo proyecto, en los dos primeros actos llueve en cada escena y en el último, nieva. No puedo evitarlo”.

Sin duda Eggers siente que un grado notable de sufrimiento, de esfuerzo, mejora la calidad de sus guiones. Estos, siempre oscuros, salvajes, se ven recompensados por las complicaciones climatológicas y los emplazamientos recónditos. El hombre del norte adapta una fábula que ha perdurado siglos, el relato de Amleth, una leyenda danesa escrita en el siglo XIII por el historiador Saxo Grammaticus. De aquel texto extrajo Shakespeare, a principios del siglo XVII, mimbres para escribir Hamlet, una versión ligeramente más amable, origen a su vez de tantas ficciones modernas sobre locura, familia y venganza. Ahora es Eggers el que se atreve a revisitar el texto original en su primer blockbuster.