ODA AL - Oda al caldo de pollo
Food & Wine en Español|Mayo 2020
¿EXISTE UNA RECETA MÁS ELEMENTAL? ¿MÁS RELACIONADA CON EL HOGAR, EL ABRAZO Y EL BIENESTAR? ¿UN TÓNICO DE BENEFICIOS RESTAURATIVOS? NO, NO LO CREO (Y LA CIENCIA ME RESPALDA).
Mariana Camacho
ODA AL - Oda al caldo de pollo

TITA RECUPERA EL HABLA después de probar un par de cucharadas del caldo de ‘Chencha’, su cómplice en la cocina de casa y una mujer más afectuosa que su propia madre. Nada había resultado efectivo hasta entonces. Con una sopa, ‘Tita’ había recuperado la voz y la cordura perdidas por seis largos meses.

Pienso de inmediato en esta escena de Cómo agua para chocolate, cuando me toca escribir una oda al caldo de pollo. Aunque, en honor a la transparencia, la receta mágica del libro es con colita de res, la uso de referencia porque resume una idea que llevamos anclada desde nuestra infancia, esa que atribuye poderes curativos —más efectivos que la medicina, en este caso hiperbólico y ficticio— a un caldo de pollo.

En el imaginario colectivo, nutrido por escenas de películas y libros que recetan caldo de pollo para el alma, ha quedado dicho que esta sopa es el arma blanca de las madres para derretir corazones, para aliviar resfriados y a la que recurrimos con constancia no para aliviar el hambre sino los malos ánimos.

Esta idea es tan popular en occidente como en oriente. Lo que tal vez varía son las recetas: unas van con fideos, otras con vermicelli o bolas de matzá, otra con un toque de limón o verduras como el bok choy. Pero el principio es el mismo: el caldo de pollo es, en muchos idiomas, sinónimo de bienestar, apapacho y satisfacción.

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