Los dos rostros de McQueen

Había dos creadores: el muchacho desenfadado y talentoso del lado pobre de Londres y el sofisticado, millonario y, finalmente, desesperado icono de la moda.

- Por Florencia Sanudo

No me importa lo que la gente piense de mí, no me interesa ni siquiera lo que yo creo”. Para muchos esas palabras pronunciadas por Alexander McQueen lo describen a la perfección. Sus provocaciones, su irrefrenable deseo de sacudir a la industria de la moda y su indiferencia a la crítica, las validan. Pero esa cita sólo fue una máscara, y su suicidio en 2010 dejó al descubierto su verdadero rostro: un creativo sensible, acechado por el fantasma de la soledad y perdido en el pedestal al que el éxito lo había confinado. Y la muerte de su madre, a quien idolatraba, fue lo que detonó su caída al abismo.

Aprendiz de sastre

Lee Alexander McQueen nació el 17 de marzo de 1969 en Lewisham, Londres. Ronald, su padre, era taxista, y Joyce, su madre, una maestra de ciencias sociales apasionada por la genealogía, cuyas indagaciones le permitieron trazar los orígenes escoceses de la familia hasta cientos de años atrás. El dato no es anodino: esas raíces fueron para Lee (como lo llamaban su familia y amigos cercanos) casi una obsesión.

Un mensaje bajo el forro | Cuando McQueen llegó a probar suerte a Milán fue contratado por el modisto Romeo Gigli, quien recuerda que le pidió hacer una chamarra. Como Gigli no obtenía lo que quería, se la hizo rehacer. Tras el tercer intento, el italiano decidió sacarle el forro y en el interior encontró escrita en tiza la frase: “Jódete, Gigli”, lo que le causó mucha gracia. El diseñador inglés trabajó un año a su lado.