MASAKO OWADA: EL SILENCIO DE MASAKO

En diciembre pasado, la emperatriz de Japón, Masako Owada, celebró su "kanreki" -cumplió 60 añosy recordó la terrible depresión en la que estuvo sumida hace 20 años. Las cosas han cambiado en las últimas dos décadas, pero aún tiene el reto de estar al frente de un imperio rígido y tradicional.

Desde que se casó en 1993 con Naruhito, el entonces príncipe heredero de Japón y hoy emperador, la vida de Masako Owada ha sido un “sube y baja” emocional, y todo lo que hace, o no hace, se convierte en motivo de duras críticas. Sus acciones están bajo una enorme lupa. Y es que, a pesar de su educación básicamente japonesa, y que la cultura de su país es parte intrínseca de su ser, Masako es de origen plebeyo, proviene de una buena familia, es hija de un importante diplomático y fue educada al estilo occidental. Ella trabajaba como diplomática, cuando en 1993, a los 29 años, abandonó todo para casarse con Naruhito, y así se convirtió en “propiedad privada” de su familia política, y en parte del rígido protocolo del palacio real, un mundo que se remonta al primer emperador en el año 660 a.C.

El emperador Naruhito siempre ha luchado por el amor de Masako. Tras una tercera proposición de matrimonio, la conquistó y ella aceptó. La boda se celebró el 9 de junio de 1993, con más de 800 invitados. La pareja posa con el emperador Akihito y la emperatriz Michiko.

La vida de la princesa Masako estuvo bajo un “microscopio” por 10 años —todo lo que hacía era estudiado y comentado en la prensa—, y en 2003, el estrés le produjo una profunda depresión (oficialmente se le llamó “fatiga física y mental”), que la hizo abandonar el palacio por un mes y refugiarse en la casa de sus padres en las montañas.

Consideraban que ella "no era la candidata adecuada para el heredero".