Lo que hacen estas tecnologías –que hoy se conocen como TALEN, ZEN y CRISPR/Cas9– es modificar un segmento de ADN de una planta con el propósito de mejorar su función, eliminar algún segmento perjudicial o añadir un segmento de ADN que le confiera una ventaja sobre la variedad original.
“Si quieres expresar una característica importante de una planta, tomas el gen que le confiere esa característica y lo pones en un híbrido de alto rendimiento para que, por ejemplo, resista la sequía, el exceso de humedad o para que tenga mayor tolerancia a las plagas o alguna otra característica que requiera para que sea más productiva”, explica Mario Puente, director de la Asociación Mexicana de Semilleros (AMSAC), que representa a 62 empresas.
Compañías agroquímicas multinacionales como la estadounidense Corteva Agriscience ya se encuentran trabajando con esta tecnología que la empresa ha llamado CRISP. El proceso de análisis e investigación le tomó 15 años, pero este 2019logró liberar semillas piloto en Brasil y Chile.
Además, también ha realizado pruebas piloto con maíz amarillo en su centro de investigación en Iowa, Estados Unidos, y generado una semilla de trigo más resistente a enfermedades y que le ayuda a madurar más rápidamente.
“Si no encuentran que otras especies sean contaminadas con estas semillas, no serán consideradas Organismos Genéticamente Modificados (transgénicos)”, detalla Sandra Milach, líder en Sistemas e Innovación en la crianza y producción de semillas de Corteva, durante un recorrido por su Centro de Innovación en Estados Unidos, al referirse a las semillas piloto que liberaron.
この記事は MANUFACTURA の Septiembre 2019 - 283 版に掲載されています。
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