65 EL MODERNO SHERLOCK HOLMES Buster Keaton, 1924

DE CÓMO ‘PAMPLINAS’ ROMPIÓ LAS BARRERAS ENTRE PÚBLICO Y PANTALLA, LE PUSO LA PEINETA A HOLLYWOOD Y NOS HIZO REÍR COMO LOCOS, TODO ELLO AL PRECIO DE UNAS VÉRTEBRAS

- YAGO GARCIA

EN 1924, EL CINE YA NO ERA una atracción de feria, ni tampoco una novedad. Con tres décadas a sus espaldas, el séptimo arte se había consolidado como una industria con sus magnates (Zukor, Goldwyn y compañía), sus genios (Chaplin estrenó El chico en 1921), sus estrellas y su Meca, esa Hollywood a la que había emigrado buscando el sol y huyendo de Edison. Asimismo, la sala de exhibición ya era parte de la vida cotidiana, un espacio de esparcimiento apto para cualquier bolsillo (según categorías) donde se proyectaban filmes que apelaban al espectador mediante una gramática cada vez más codificada (el estreno de El nacimiento de una nación data, mal que nos pese, de 1915). Resumiendo: aquel año, el cine tal y como lo conocemos ya había cobrado forma. Y, por tanto, estaba maduro para ser objeto de chiste.

Ahora bien, ¿quién iba a contar ese chiste? Pues lo haría un actor y director joven (29 añitos) y de gran éxito, antiguo artista de varietés, que había debutado en largo tras la cámara el año anterior con dos hitos titulados La ley de la hospitalidad y Tres edades, después de la obligatoria ristra de cortometrajes en los que su capacidad para la innovación solo se había visto superada por su inexpresividad y su afición a partirse la crisma. Su nombre era Buster Keaton, y tenía una idea en la cabeza: “Alguien entra en una pantalla de cine”.

ECHARLE UNA MANO A ‘FATTY’