En materia de cultura pop, no cabe duda de que si asignamos un titulo al 2021 seria Free Britney.
No hubo tema más debatido, investigado y explotado que el caso legal de la cantante y la red de abusos que sufrió en todo sentido: personal, profesional y jurídico, por más de una década. Pasaron 13 años en los que el público en general (todos aquellos fuera de la Britney Army, como se llama su fan base) creyó la narrativa de cada uno de los medios de comunicación amarillistas, que destrozaba la imagen de la artista con tal de obtener ventas de revistas con el titular de una Britney Spears “inestable”.
Muchos dieron por verídica esa versión manejada y manipulada por la prensa norteamericana, porque claro, era lo que todo el mundo leía. Esa fórmula funcionó en dos sentidos: primero, en buscar destruirla; después, como una forma mediática creada para ocultar al público la infelicidad y falta de autoridad con respecto a su carrera y vida personal. Un abuso escondido en cuatro álbumes, 16 sencillos, una línea de lencería, su participación como jueza en The X Factor, tres giras, una residencia de cuatro años en Las Vegas con más de 100 shows, una interminable colección de perfumes, entregas de premios... Britney Spears mantenía una forma excesiva de trabajar que no tenía preocupado a nadie ajeno a su círculo directo; uno monitoreado y entrenado para funcionar alrededor de reglas establecidas por ellos mismos, sin cuestionamientos y con acuerdos de confidencialidad obligatorios; todo manejado por su padre, Jamie Spears.
この記事は Cosmopolitan en Español - México の Noviembre 2021 版に掲載されています。
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