El desorden… ¡también tiene magia!

A la búsqueda de la felicidad, nos hemos lanzado a la tarea de meter un orden marcial en nuestros escritorios, bolsas y dormitorios. Pero como veremos, un poco de lo otro tampoco está nada mal.

- Por Maricruz Pineda Sánchez

Calzones doblados y guardados con la precisión de archivos de estado, zapatos acomodados de grande a pequeño según el tamaño del tacón, pilas de ropa que abrazamos y ‘dejamos ir’ con sentimientos de agradecimiento y amor… absurdos de prodigar a un pantalón que odiamos porque nos costó un ojo de la cara y al final resultó que su tiro mal cortado nos hizo pasar un par de bochornos.

“¿Qué sigue?”, dice con sorna mi abuela. “¿Acomodar alfabéticamente los cubos del aseo?”. Tal vez exagera un poco, pero es innegable que el revival del libro La magia del orden, de la japonesa Marie Kondo y su reality show en Netflix, nos tienen atrapadas y aceptémoslo, quizá un poco enloquecidas.

Y es que si bien el orden es un principio valioso, tanto hype nos puede tender una trampa y hacernos perder de vista el poder de lo desorganizado, ambiguo, azaroso e imperfecto.

Ni organizadora obsesiva ni desordenada extrema. ¡El equilibrio es la clave!

DE IDA Y VUELTA

Hace mucho que la psicología descubrió que el estado de nuestra mente se refleja en el entorno y que lo que hay en la cabeza, se traslada al mundo material. Más recientemente, la epigenética ha demostrado que también existe un efecto a la inversa; es decir, que el medio ambiente influye en cómo nos sentimos y lo que pensamos.