La metamorfosis de mis pechos

Lo que para unos puede ser falta de respeto, educación o una costumbre “de indias”, para otros es la posibilidad de conectar con un ser vivo y salvar vidas. Así se vive la realidad de la lactancia.

- Por Chantal Escartin. Fotos: Fabiola Zamora

Siempre pensé y vi mis pechos como algo que los hombres deseaban. Algo que debía resguardar con recelo. Un recurso meramente sexual, indecente. Crecí anhelando tener senos grandes, como las mujeres que veía en el televisor. Esas estrellas que, según lo que pensaba, los hombres deseaban. Aunque para mi adolescente desgracia no crecieron. En la escuela me molestaban, “la Planicie” me llamaban. Vaya, qué ingeniosos. A los 17 años añoraba tener pechos grandes. A los 18 años me hicieron un aumento de pechos. La primera vez que me vi después de la operación fue una gran decepción. Yo los quería más grandes, mucho más. Tenía una percepción totalmente errónea de mi cuerpo.

Pensaba: “Con éstos me voy a conseguir a un marido rico”. Una locura decir eso a tal edad. Como si mi valor y mi poder como mujer fuera solamente eso, un par de pechos grandes que un hombre gozaría. Y sí, me “conseguí” a un esposo, una relación en donde lo importante es todo menos mis senos y el dinero en sus bolsillos. Pero aún seguían siendo pechos sexuales, pechos marcados, idealizados por toda la información social que había en lo que consumía.