Primavera de 1900: un grupo de buceadores en busca de esponjas marinas se detiene frente a la costa de la pequeña isla griega de Anticitera. Los hombres esperan vientos favorables que les lleven al norte de África. Elias Stadiatis decide entonces realizar una inmersión justo donde están anclados.
Después de sumergirse unos 45 metros, el buceador vislumbra el lecho marino. Pero lo que Stadiatis ve allí, en las profundidades, le hace volver a la superficie, en estado de shock. Sus colegas le escuchan incrédulos mientras él les cuenta que ha visto cadáveres en las profundidades. El capitán Dimitrios Kondos cree que Stadiatis ha bebido o sufre una profunda intoxicación. Kondos decide comprobarlo por sí mismo, se pone el equipo de buceo y salta al agua. Poco después vuelve a la superficie. Lleva en la mano un brazo humano de bronce. Lo que yace esparcido por el lecho marino son estatuas, presumiblemente perdidas en un naufragio en la antigüedad.
Kondos informó del hallazgo a las autoridades. En el transcurso del año siguiente, se logró recuperar un gran número de aparejos de barcos antiguos, una lira, objetos de cristal y varias estatuas griegas antiguas, como el “Joven de Anticitera”, que hoy puede admirarse en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Entre los espectaculares hallazgos, pasaron desapercibidos un bulto de bronce y los restos de una caja de madera que parecían pertenecer al naufragio.
この記事は Selecciones Reader´s Digest Spain の Septiembre 2023 版に掲載されています。
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