Viaje con el hombre de mis sueños

Volvimos a Tequila, Jalisco, pero esta vez con un invitado muy especial. Compartiendo su cargamento de historias y recuerdos, disfrutamos la magia viva de este pueblo y, claro, también el gran destilado que es sinónimo de México en el mundo entero.

- Por Jimena Acevedo

El abuelo va de copiloto, y se ha encogido tanto que desde el asiento de atrás no alcanzo a ver su cabeza blanca. Va emocionado, con su clásico chaleco de explorador con decenas de bolsillos. No le hemos dicho a dónde vamos, pero creo que está a punto de saberlo, por las hileras de agaves azules que empiezan a aparecer en el horizonte. “Cuando te canses te ayudo a manejar”, exclama muy profesional el abuelo. Y aunque mi primo Pablo, el conductor, le responde: “Claro que sí, abuelo”, todos sabemos que a sus 85 años eso sería más peligroso que embarcarse en viernes 13 rumbo al Triángulo de las Bermudas.

Los gemelos duermen, como siempre, mientras mi prima Ana y yo recordamos desde el asiento de hasta atrás los viajes de nuestra infancia, cuando el abuelo, sentado al volante de su combi verde, ofrecía una moneda de mil (viejos) pesos al primero que anunciara el mar. Han pasado casi treinta años desde entonces, pero seguimos recordando cada frase del abuelo, su manera de sostener el volante, suemoción al llegar a una zona de niebla o entrar a una estrecha carretera rodeada de selva.

Hoy no veremos el Pacífico ni el Caribe, pero sí un marazul de plantas que tapizan el paisaje agavero alrededor de Tequila, considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2006.

La maleta del abuelo