Colombia en una taza

Un nuevo destino cafetalero florece en el norte del país

- Por Bill Fink

Algo se prepara en Minca, un pequeño pueblo colombiano. Huele a caramelo, corteza, carbón y chocolate. ¿La fuente? Los granos de café recién salidos de los hornos de traspatio; su intenso olor a tostado atraviesa la húmeda neblina tropical.

Aquí, al norte de Colombia, la Sierra Nevada de Santa Marta se levanta desde las costas del Caribe. Aunque no se desarrolló por mucho tiempo debido a conflictos políticos, esta zona –ahora pacífica– atrae a colombianos citadinos y extranjeros a las playas rodeadas de palmeras del Parque Nacional Natural Tayrona, a los sitios arqueológicos ancestrales de Ciudad Perdida y a las selvas alrededor de Minca, un paraíso para la observación de aves.

Minca y la Sierra Nevada atraen amantes del café, toda una colección de conocedores y mochileros curiosos ansiosos por descubrir lo que el gerente general de Lohas Beans, Juan Pablo Campos, describe como “la región de café orgánico más importante de Colombia”.

Aunque el café no es nativo del país, la planta floreció por siglos en la estepa de este país; sus montañas sombreadas, el agua de lluvia, su altitud y temperatura son ideales para cultivar el grano arábigo, de sabor suave y cuerpo medio. Colombia exporta café desde inicios del siglo xix; solo en 2018 exportó 765 000 toneladas de granos. Con la representación de Juan Valdez y su burra Conchita, el “Café de Colombia” es conocido en el mundo.