Kanye & Kim, él dice, ella dice

La pareja más famosa del momento en una charla muy relajada sobre su vida de pareja, sus inseguridades y proyectos a futuro. 

- Laura Brown

LA CASA DE KIM KARDASHIAN WEST y Kanye West está en lo alto de un camino empinado, dentro de una urbanización privada en el angelino barrio de Bel Air. Kanye, al teléfono, camina delante de la residencia. Por momentos, una columna o un brillante coche deportivo lo ocultan. Cuando me invita a pasar, lo hace con una sonrisa que no desvela con frecuencia en público, al tiempo que se disculpa por su ropa de hacer ejercicio: pantalón de los Miami Heat y camiseta negra.

La verdad es que esta no es realmente su casa. Es un domicilio temporal en el que acampa (por así decirlo, la mansión es majestuosamente minimalista) durante unas semanas la familia compuesta por West, Kardashian y sus hijos North, de 3 años, y Saint, de 9 meses, hasta que su nuevo hogar esté fnalizado.

Los tacones de Kim suenan al entrar. Lleva un largo y ajustado vestido caqui de Lycra (“Una muestra de Yeezy”, dice) y está milimétricamente maquillada. Kanye se apoya sobre una mesita de té situada entre dos inmensos sofás blancos. Sobre ella se apilan algunos libros de arte: Annie Leibovitz, el arquitecto Alvaro Siza y, curiosamente, uno titulado Great Stud-Farms of the World (en español, las mayores yeguadas del mundo). “¿Cómo?”, responde Kanye cuando le pregunto si hay alguna razón por la que le interesen los sementales. “Qué va, ese libro no es nuestro. Es parte de la escenografía”, confesa. Pues de eso, de escenografía, Kim y Kanye saben un rato.

KANYE WEST: Creo que deberíamos poner una ducha exterior.

KIM KARDASHIAN WEST: Bueno, igual fuera te congelas, así que quizá una dentro y otra fuera. Una y una.

KW: Pero se puede hacer una abertura en el cristal, como un techo solar. También en el yeso, el que rodea la bañera.