Creatividad sin fin.

Justo cuando se cumple una década de la primera, Yayoi Kusama y Louis Vuitton anuncian su segunda colaboración. Una orgía puntillista que vuelve a unir a la artista nipona y la maison francesa en el deseo conjunto de materializar el infinito.

- LAURA GARCÍA DEL RÍO

Se deja llamar «la princesa de los lunares». Aunque en Louis Vuitton, con la que Kusama (Matsumoto, 1929) acaba de anunciar su segunda colaboración, justo una década después de la primera, prefieren «sacerdotisa». Al caso: las 450 piezas de la colección –que tras un sonado spóiler en el desfile Crucero 2023 de la enseña en San Diego verá la luz el 6 de enero, seguida de una segunda entrega disponible a partir del 31 de marzo– giran en torno al eje motriz del universo de la japonesa, los puntos. Empezó a pintarlos a los diez años, casi como una forma de autoterapia con la que canalizar una niñez traumatizada por la Segunda Guerra Mundial y una madre abusiva que la obligaba a espiar las infidelidades de su padre para contárselas con toda suerte de detalle. El germen de un trastorno obsesivo compulsivo de manual que afloró en forma de alucinaciones con flores parlantes primero, y de delirios puntillistas después. La repetición y la acumulación –términos que, no en vano, han dado nombre a varias de sus obras– se convirtieron en su elemento. Coloristas o monocromáticos, de metal, pintados sobre calabazas gigantes, envolviendo árboles o multiplicados sin fin entre paredes de espejo: los topos que invaden su obra –una reflexión sobre el lugar que ocupamos en el universo– son tan famosos como su melena roja. «Lo cubren todo, hasta el infinito. Sin medio, principio, ni fin», dice su autora.