¿AMANECER DEL IMPERIO?

Discretos pero no menos poderosos, la familia imperial japonesa es dueña de una antigua tradición que hoy se enfrenta a nuevos retos, escándalos y rivalidades.

- Maria del Carmen Lopez

Desde la primavera del año pasado la familia real japonesa volvió a estar en el ojo del huracán, luego de que el emperador Akihito cediera el trono a su hijo mayor Naruhito en un hecho insólito, ya que desde 2016 había anunciado que por motivos de salud se veía obligado a abdicar. En 200 años no había antecedente de una situación similar, por eso el gobierno de este país tuvo que hacer una ley especial para que el monarca de 86 años pudiera delegar sus responsabilidades.

Y aunque contrario a lo que el mundo está acostumbrado a ver de parte de las familias reales europeas -iconos de moda y escándalos-, si algo priva en el llamado Imperio del Sol Naciente, es la discreción; sin embargo, eso no los aleja de la mirada pública ni significa que estén libres de conflictos. A diferencia del resto de las monarquías, para la realeza japonesa la severidad en sus reglas y el hecho de que le restan relevancia a la presencia de la mujer, son la causa principal.

SIN HORMONAS

Con la abdicación del emperador Akihito terminó la era Hensei (paz), para darle paso al periodo Reiwa (bella armonía), que inició el 1 de mayo con la llegada al trono de Naruhito y Masako, con una ceremonia en el Palacio Imperial de Tokio, a la que por cierto, no asistió ninguna mujer. Esta nueva etapa supone para Japón un momento de grandes retos, que el nuevo monarca está preparado para enfrentar. De hecho, ya ha sido el encargado de darle ciertos toques de modernidad a la monarquía, tan sólo hay que recordar que fue el primer miembro de la realeza nipona en casarse con una plebeya que además era universitaria.