MAKING OFF DE UNA PRIMERA OBRA

Admiradas por Evelyn Waugh, fotografiadas por Cecile Beaton, hijas de artistas, hijastras de uno de los miembros de la poderosa familia Guinness, tremendamente bellas e inteligentes, Zita y Teresa Jungman aparecen en todas las crónicas sociales del Londres de entreguerras. Murieron en la primera década del siglo XXI, solas y libres, en el castillo de Leixlip en Irlanda. Esta es su historia, pero también la de una mujer que, desde el presente, trata de desligarse de todas esas miradas que nos determinan y condicionan, y de encontrar la suya propia, más allá de los estereotipos de la maternidad, la realización personal a través de la profesión o la deuda sentimental con los patrones familiares.

A ránzazu Sumalla (1970) es editora de larga trayectoria y se estrena literariamente con un libro cuya génesis se dio durante los descansos de una feria literaria. Así que le hemos pedido que nos lo cuente ella misma:

Mi relación con las hermanas Jungman empezó hace exactamente 15 años, durante una feria del libro de Londres. La feria de aquel año se celebró por primera y última vez en los Docklands, un área en el sureste de la capital que empezaba a despuntar como centro de negocios pero que, por aquel entonces, era todavía de difícil acceso desde el centro de la ciudad y, desde luego, carecía de cualquier infraestructura que invitara a la vida social después de las largas jornadas laborales.

Nosotros éramos de los pocos que nos alojábamos en los Docklands y quizás por eso hubo tiempo para el descanso y la soledad, tiempo suficiente para poder leer el Times de arriba abajo, tranquilamente, sin prisas. Y probablemente por eso mis ojos se posaron en la maravillosa foto que ilustraba el obituario de una desconocida centenaria que había muerto en el condado de Kildare, en Irlanda, pero que había nacido en Londres a principios del siglo XX: Zita Jungman. La foto, que no es fácil reproducir porque los herederos de los derechos de su autor piden cantidades astro nómicas por su uso, era nada más y nada menos que de Cecil Beaton, quien -dicen- fue el mejor retratista de Greta Garbo, entre muchas otras estrellas de Hollywood. Pero eso vendría después.