Antiheroínas imperfectas

Fue el pasado mes cuando conocí a Julieta Koop. Amiga de amigas, me contó que estaba en madrid a punto de estrenar su obra de teatro. ¿Cómo se llama?', 'Se llama: vivir en una casa prendida fuego.

- Por Alba Díaz. Fotos por Getty y D.R.

Es un domingo gris y el parque de El Retiro está repleto de gente que va en patines, bicicletas, carritos en forma de Fórmula 1, barcos y globos aerostáticos. Me cita aquí, en la fuente del Ángel Caído. Medito donde podría comprar un café para llevar. Mientras espero, abro Google y busco información ey sobre la escultura de bronce que tengo enfrente. Su creador fue el escultor madrileño Ricardo Bellver, quien se inspiró en uno de los versos de El Paraíso perdido, de John Milton, Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás (...). Estupendo. Guardo el móvil y repaso mentalmente lo que charlamos el día que conocí a Julieta Koop (Buenos Aires, 1990).

Vivian Gornick, Phoebe Waller-Bridge, Idea Vilariño. Hablamos de todas ellas hasta que me cuenta el motivo de su paso por Madrid: presentar una obra de teatro. Escrita, dirigida y actuada por ella y Danae Cisneros (Buenos Aires, 1990). ¿Todo a la vez?'. Todo a la vez, de hecho, Vivir en una casa prendida fuego bebe de los proyectos de las mujeres de las que hablábamos. Me cuenta que la pieza surgió de una fuerte necesidad de crear en medio de la pandemia, algo así como una urgencia artística. La imposibilidad de trabajar en un teatro llevó a las creadoras a explorar el espacio público de parque, donde pensaron en nuevos elementos de puesta en escena hasta llegar a convertir el guion en una experiencia multisensorial.