Trastorno Por Atracon

La neurociencia dispone de la tecnología necesaria para arrojar luz sobre tus impulsos más oscuros. Te contamos el papel que juega el cerebro ante el pecado de la gula.

- Elena Sanz

De los siete pecados capita-les que estableció el papa Gregorio Magno allá por el siglo VI, la gula, sin duda, se lleva la palma. Comer con desenfreno se ha convertido en una práctica cotidiana común y universal. Con el agravante de que este vicio no solo nos obliga a ajustar cuentas con Dios (si se es creyente), sino también con los médicos. Después de todo, acumular lorzas y michelines en nuestro cuerpo acarrea importantes problemas de salud. La obesidad y el sobrepeso aumentan el riesgo de sufrir diabetes, hipertensión, cáncer de colon y de mama, problemas respiratorios, artrosis, enfermedades hepáticas, cardiopatías e ictus, entre otros males. Ahí es nada. ¿Sabías que algunas galletas industriales son tan adictivas para tu coco como la cocaína? Por sorprendente que resulte, llevárnosla a la boca activa tantas neuronas en el núcleo accumbens –el centro cerebral del placer– que cuesta horrores no zamparse una tras otra. Y algo parecido sucede con las pizzas, las patatas fritas de bolsa, el chocolate y los helados. ¿Qué tienen de especial? Resulta que los alimentos que encontramos en la naturaleza pueden llevar ingentes cantidades de azúcar o de grasa, pero nunca ambas. Sin embargo, las comidas altamente procesadas sí combinan grasas y carbohidratos. Es precisamente esta mezcla artificial la que saca al cerebro de sus casillas y desata nuestro lado más glotón, según la revista PLOS ONE.

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