La Paz Es Una Perla

A través del tiempo, la capital de Baja California Sur ha seducido a personajes notables de distintos ámbitos, todos atrapados por la exclusividad, el enigma y las maravillas que esta ciudad esconde, entre la superficie y las profundidades del Mar de Cortés

- Eduardo Venegas

Dos lados de esencia distinta forman la identidad de La Paz: una parte contradictoria y otra que actúa de manera coherente. La primera tiene que ver con el extraño y marcado contraste que se establece entre los colores y la naturaleza misma de dos ecosistemas ajenos en apariencia, pero que en este rincón de México coexisten en una inusual armonía: el desierto y el mar. El ambiente árido que ocupa gran parte de la superficie en la península bajacaliforniana está compuesto por una paleta de tonos café, arcilla, ocre, naranja… salpicados de vez en cuando con una mancha verde de la poca vegetación que aquí subsiste, como cactos y matorrales. Lo impensable sucede cuando, en medio de aquella aridez, el mar aparece como un estallido de azul que reconfigura el paisaje y le da a la ciudad una identidad absolutamente particular. Ésta es, decía, la parte desconcertante.

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El lado más coherente de la capital de Baja California Sur es mucho más simple y se relaciona con el nombre de la localidad y su espíritu: si hay un tesoro que se puede extraer en una visita a La Paz, es precisamente la calma inmaterial que domina gran parte de su espacio y su tiempo. No se trata de la tensión que vuelve denso un ambiente, sino de una tranquilidad tan profunda que te permite escuchar, hacia afuera, el aire cortado por las alas de una gaviota y, hacia dentro, el eco de tus pensamientos. No es de extrañar que un sitio así haya atraído a través de los años a personalidades notables pertenecientes a mundos tan distintos como la literatura, la cinematografía y el deporte, atraídos por la riqueza natural y por las posibilidades de exclusividad que este destino ofrece, aprovechadas por cada quien según sus propios deseos.

Titanes marinos