¿Las apariencias engañan?

Las mujeres tienen el doble de probabilidades que los hombres de que su aspecto sea considerado parte de su éxito profesional. Es decir, la imagen continúa siendo un atributo que puede marcar la carrera profesional de una mujer. ¿Hasta qué punto es así? ¿Y dónde está el límite?

- Por Carlos Alcelay. Fotos Jorge Arévalo

Los códigos de vestimenta son una herramienta más en la construcción de la marca personal de una profesional.

Viste vulgar y solo verán el vestido. Viste elegante y verán a la mujer». Coco Chanel exponía hace décadas en su atelier lo que parece que hoy, a pesar del esfuerzo por eliminar prejuicios de género, continúa siendo norma al tratar de valorar la cualificación femenina. La apariencia permanece como sesgo (a veces inconsciente, pero no siempre) de sus capacidades, un filtro que resulta especialmente arbitrario en una carrera profesional.

«Para una mujer fea es mejor invertir en cirugía estética que en educación». La frase no es un burdo comentario de bar de un machista recalcitrante, es la triste conclusión de una investigación realizada en 2013 por Giovanni Busetta, Fabio Fiorillo y Emanuela Visalli, tres profesores de Economía en la Universidad de Messina (Italia), que se propusieron averiguar hasta qué punto la imagen femenina era relevante en un proceso de selección laboral. Enviaron más de 11.000 currículos falsos a 1.500 ofertas de trabajo. Fueron sus alumnos los que eligieron los rostros de las supuestas solicitantes modificados con Photoshop y divididos en atractivos y poco atractivos. Los resultados llevaron a los investigadores a resumir su decepción en esa sentencia descarnada. Y añadían: «Las tendencias de la empleabilidad en una sociedad donde las redes sociales otorgan relevancia extrema a la imagen hacen del físico y el estilismo condiciones al menos tan importantes como la educación o la experiencia laboral».