Lo más profundo del corazón texano

Cuatro días tras las huellas del pasado

- Por Carlos Valerio Sánchez

El estado de la estrella solitaria es una tierra de amigos. Y al decirlo, no solo me refiero a la hospitalidad de su gente sino al significado de su nombre, que alude a la amistad y alianza entre tribus (el término fue acuñado por la Nación Caddo, una confederación de las primeras etnias que habitaron la entidad). Inspirado por la esencia de este concepto, mi travesía inicia en los bosques de pinos donde todo comenzó. Al salir temprano desde Dallas y manejar hacia el este, aguardo sorprenderme por la belleza natural que solo había admirado en fotografías.

En el parque estatal Mission Texas se pueden encontrar diversos puntos de interés, como la capilla, y varios de los senderos resguardados por encinos antiguos; además es un lugar idóneo para el avistamiento de aves.

Mi parada inicial es el complejo Deer Lake Cabins, que representa un primer cambio de escenario. Al llegar me recibe un venado tímido, el olor a madera y mi hermana Brenda junto a mis pequeños sobrinos que, aunque residentes de Forth Worth, también están sorprendidos por el lugar. Montar a caballo, caminar por laberintos de arces y ver el atardecer desde una lancha son ese tipo de momentos que, aunque efímeros, dan sentido a cada segundo del viaje. Una cabaña que rinde honor a Buffalo Bill y otras leyendas del Viejo Oeste es la opción para pasar la noche. Platicar hasta el anochecer desde su pórtico privado es reconectarse con el pasado, desear que el tiempo se detenga.