Si en la escuela reportan que la conducta y rendimiento académico de tu hijo presenta altibajos, antes de asumir un problema de aprendizaje haz un checklist de las áreas que aquí te compartimos y revisa su nivel de madurez cognitiva. Recuerda que una mala valoración puede agravar su situación.
Romina tiene siete años: es una niña curiosa, juguetona y muy inquieta. En la escuela le cuesta trabajo poner atención a los maestros, se distrae con facilidad, olvida anotar su tarea, con frecuencia pierde cosas, desde sus juguetes hasta el suéter del uniforme. Aunque suele ser cariñosa, también se muestra rebelde y a veces prefiere aislarse para jugar sola.
Miss Bere considera que la conducta y rendimiento escolar de Romi se deben al Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), por lo que recomendó a los papás llevarla a un neurólogo para que les indicara el tratamiento. Por fortuna, conocieron a un neuropsicólogo quien, después de aplicar varias pruebas, concluyó que la niña sufría de un tipo de inmadurez. Como Romina, según el Centro de Atención al Talento, dos de cada tres niños están mal diagnosticados con TDAH.
El doctor en Neurociencia de la conducta, Alejandro Zalce Aceves, afirma que el TDAH se diagnostica indiscriminadamente porque los síntomas se asemejan a los de padecimientos derivados de la inmadurez, como las dificultades visuales, la desintegración sensorial, trastornos del aprendizaje, trastorno del desarrollo de la coordinación, dislexias, trastornos perceptuales, la depresión y la ansiedad.
En el libro Aproximaciones al estudio de la neurobiología, editado por la Universidad Autónoma Metropolitana, el doctor Zalce indica que: “El problema es que normalmente el diagnóstico lo hace un neurólogo basado en un cuestionario hecho por los laboratorios. Ahí se enumeran una serie de síntomas: si se contesta afirmativamente a la mayoría, se ‘confirma’ el trastorno y se medica al niño”.
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