la MATERIA del CAMBIO

Lo interesante del denim, dice Emma McClendon, historiadora de moda en el FIT de Nueva York, es que une individualidad y universalismo. Fetiche textil para romper barreras (sociales, creativas y culturales), la moda vuelve a encontrar en él el soporte para innovar.

- LAURA GARCÍA DEL RÍO

Pongamos que el vaquero, la prenda más universal (y vendida), es el termómetro de lo que acontece en el armario. Y fuera de él, en realidad. Según el "Wall Street Journal" se están vendiendo pitillos a espuertas. En la lista de prendas más buscadas de Lyst, sin embargo, se alzan los tejanos anchos de Weekday y la falda maxi de Diesel. La cosa, parece, va de extremos y de todas las posibilidades entre medias. Y los gurús del pronóstico de tendencias suman al batiburrillo. Mientras Edited habla de lavados ácidos, rotos y la vuelta de los cortes ceñidos auspiciada por Diesel y Celine, en WGSN auguran al menos dos temporadas más de fama y gloria a las siluetas oversize y los tiros bajos, al gris y el denim sin lavar. Se lleva todo y nada. No es solo el resultado de un sistema frenético en el que las tendencias se reciclan a una velocidad mareante –qué irrisorios suenan ahora los 50 años que según James Laver tardaba en volver una moda–. El hecho de que todo sea relevante, sin una premisa que prevalezca sobre las demás, marca la victoria de la individualidad sobre el dogmatismo. De la moda como una expresión personal. Que hoy enfundarse un pitillo o llevar el vaquero varias tallas más grande sea una elección y no una imposición es el reflejo de una declaración de inclusión y diversidad que excede a lo sartorial. Pero el denim siempre ha sido una veleta social.