EL INICIO DE LAS DISTOPÍAS METROPOLIS

Esta película muda de más de dos horas de duración, llena de simbolismo y con un mensaje incómodo, se convirtió en una referencia cinéfila.

La célebre frase sobre los clásicos de la literatura, según la cual son esas obras que todos conocen pero nadie ha leído, se puede aplicar también al cine. ¿Qué interés tiene para el espectador del siglo XXI un filme próximo ya a su centenario, mudo y con una duración que ronda o supera las dos horas, según la versión a la que acceda? Una respuesta sería que, ademas de su indudable valor cinematográfico, mientras se ve siempre puede jugarse a capturar imágenes, ideas y conceptos que serían imitados, cuando no directamente plagiados, en numerosas creaciones audiovisuales desde las cintas hasta la publicidad y los videoclips- de los 90 años siguientes.

Pero si su influencia visual no puede negarse, son las derivaciones de su argumento lo que ha causado más de un conflicto a la hora de estudiarla: algún crítico llegó a calificarla de "panfleto detestable" y el hecho es que, aunque se rodó muchos años antes del auge del nazismo, se convirtió en una de las tramas preferidas de Adolf Hitler, que llegó a ofrecerle a su director, Fritz Lang, un puesto destacado dentro del cine del Tercer Reich, a pesar de ser judío. Lang respondió  huyendo a toda velocidad a Estados Unidos, donde seguiría realizando obras maestras mientras que su mujer, Thea von Harbou, autora del guion de Metrópolis, permanecía en Alemania apoyando fervientemente la causa nazi. Eso no significa que estemos ante una película nazi, pero ¿qué es lo que nos cuenta para haber llamado de manera tan poderosa la atención del Führer?